lunes, 24 de febrero de 2014

LECCIÓN DE HADAS




"Recordad: no debéis esperar la primavera;
Vosotros, seréis la primavera"
























La música esta semana la ponen unos que no necesitan presentación; que llamen al sol, por favor...





lunes, 17 de febrero de 2014

HAYEDOS EN INVIERNO: ENSANCHA EL ALMA



Por fin una ventanita de sol en este diluvio invernal...Y nos vamos a dar un paseo al Hayedo de Ciñera de Gordón, en la montaña central leonesa, para contemplar el lado más amable del invierno.

Un hayedo premiado, visitado por multitud de personas en todas las épocas del año, archifotografiado y descrito en la red.

Y pequeñito, y frágil. Y mágico, como todos los hayedos...

El riachuelo que lo recorre ha vencido y se ha quedado con el camino para sí. Tuvimos que subir por la loma de la izquierda en una corta trepadina por roca helada y mojada. Para volver lo hicimos por la margen derecha del rio pegaditos a la orilla, de piedra en piedra, con mucho cuidado. Recomiendo al que quiera ir, esperar a que se calmen las aguas.






Sentada a la orilla del agua brava, sentí como se me ensanchaba el alma, como decía el poeta Chinato...Regresando a su tamaño original, descomprimiéndose como un archivo que llevara siglos atrapado en la asfixiante celda en que una mano austera y miserable lo encerró.














Una horrenda pasarela de madera recorre el hayedo, tratando en vano de domesticar los impulsos de pisar las hojas, el barro, y acercarse a los mundos de agua.

El haya centenaria (dicen que más de quinientos años) contempla extrañada, en soledad, como ya casi nadie la abraza. Un cartel desinformativo recomienda no subirse a ella para no dañarla. Curioso. Y un riesgo innecesario (tentador) : tratar de advertir a un homínido de no subirse a un árbol.













El entorno; acompañados del rugir del agua regresamos, entre calizas y un cielo que no veremos, quizás, en muchos días. Pero el alma ya está grande, fuerte, libre. Casi no cabe en el coche...




Hasta pronto.






P.D. El vídeo que escogí hoy es un himno muy bonito, cantado en multitud de templos, de unos señores muy formales y devotos de la poesía. Si os da por escucharlo..., espero que os guste.






lunes, 10 de febrero de 2014

LLUEVE SOBRE MOJADO








...El agua lava la yedra;
rompe el agua verdinegra;
el agua lava la piedra...
Y en mi corazón ardiente,
llueve, llueve dulcemente
         ....

Juan Ramón Jiménez






jueves, 6 de febrero de 2014

FOTOS ANTIGUAS : RETALES DE SU VIDA (I)

Me gusta mucho ver fotos de antes. De antes de los píxeles, de las reflex automáticas...y de antes de mí.
Suelen ser pequeñitas. Y estar gastadas. Por eso, al verlas, el paso del tiempo se materializa; de alguna forma esquiva, te acaba dando la razón. La de que existes, a pesar de todo. La de que posees una vida. Y el que hacer con ella...bueno, eso será cosa de cada uno. Supongo.

Todas las historias tienen un principio, y un final. Pero sólo al escribirlas o contarlas. En realidad, los finales pueden ser comienzos. Y los principios no fueron tales, sino los finales de otros.

Así que, de vez en cuando, con la teoría de la relatividad como única e implacable cómplice, le haré un corte de mangas al tiempo, dejando por aquí unos pocos de esos instantes congelados, descoloridos y arañados por sus garras. Para que el tiempo vea que estamos, y que somos, porque fueron, y estuvieron. Y que si un día no estamos, ya nos dará lo mismo. Porque si alguien contara nuestra historia no tendría más remedio que empezar por un principio, que no es más que una verdad a medias, pues será el final de algo.

Mi madre era modista cuando era más joven...porque ella siempre es joven. Nació en el año 1936, una fecha que ya hacía sospechar que algo no iba a ir muy bien.
Vio la luz por primera vez en uno de esos pueblos de lobos, de los lobos de antes. Un pueblo oscuro, a la sombra alguno de esos riscos calizos y afilados que componen la montaña leonesa, como una fila inmensa de rocas enloquecidas; por amor, por guerras, por vientos o por soledad.

Ni mucho menos os voy a contar la vida de mi madre. Aunque es verdaderamente interesante, no soy tan indiscreta con ella, o pesada, con vosotros.
Sólo iré recogiendo de aquí y allá, para alguna de mis entradas del blog, algunos de los retales que quedaron durmiendo en el fondo de baúles oxidados, de esos que las olas del tiempo golpean sin conseguir destruir; tan sólo erosionan las aristas, construyendo formas misteriosas, renovando y cambiando la historia que alguna vez pudiera haber sido cierta.



Mi madre en la playa

Mi madre con su hermana (mi tía Julia)

Mi madre en el campo

Mi madre con unas amigas (es la de la izquierda)



...















sábado, 1 de febrero de 2014

CARBÓN

Todas las tardes Carbón hace el mismo recorrido. A través de las laderas onduladas siente pasar el tiempo mientras camina despacio. Se para a comer de vez en cuando. Ya sabe que siempre llega un poco tarde.
Los riscos hoy prometen frío. Y un firmamento cambiante y conquistado por las dueñas de los vientos va prorrogando una tregua antes de la tempestad.
No importa; ella siempre acude.
Carbón regatea con los cardos azules por la hierba más tierna; él escoge siempre bien.





El primer día, ella apareció despacio, pero sin titubear. Semblante suave, media sonrisa. Y toda esa luz alrededor.
Le decía cosas que no le hacía falta entender. Desde el primer momento en que la vio, quedó prendado para siempre de su voz de néctar y sus ojos, negros como el carbón.
¡Carbón! Cuando gritaba su nombre, retumbaba el eco en los pliegues retorcidos de las murallas de roca. Los compañeros de su manada daban un respingo con su cabeza, y no entendían porqué a ellos dos, les hacía tanta gracia.
Cuando arreciaba el viento, las melenas de los dos, del mismo bruno, se enredaban en mil bucles con movimientos acompasados al bramido de la galerna. Podían jugar un rato a pillarse. Carbón saltaba y trotaba, lleno de gozo, y en dos segundos el valle recorría, para acabar en vertiginosos giros alrededor de ella. Y jamás oiría un sonido semejante a su risa. Ni al lado de los mundos de cristal del agua, ni flotando en la brisa del primer día de la primavera, ni en el relinchar tierno de los potros llamando a sus madres en el crepúsculo.

Más tarde, descansaban un buen rato en la loma con mejor vista, y ella, le hablaba del mar. De su color, de la música extraña que salía de las olas. De la luna enamorada de él que, pesada, le rondaba en las noches de verano. De cómo marcaba y dirigía la vida que habitada sus orillas de oro. Y le decía que el mar y sus montañas eran amantes. Y que, justo al otro lado, él esperaba su regreso: ella se sentaría en la orilla y le contaría al oído blanco de su espuma cómo estaba su amada, y cuánto le echaba de menos.





Todas las tardes Hernán hace el mismo recorrido. Mientras atraviesa las ultimas dunas, el inconfundible sonido del romper de las olas se hace, cada vez, más intenso.En lo alto del último recodo se acurruca sentado y saca la bolsita de caramelos que le cogió a hurtadillas a su madre de dónde ella, piensa, es escondite inexpugnable .
¡Por fin! El corcel, al galope, rompe el agua y se hacen olas de las olas. Los azules y blancos se confunden y salpican el pelo brillante de sus patas. Ella encima, con su cabello enmarañado haciendo de bandera del mar, cabalga ajena a la mirada hipnotizada. Recorren juntos la inmensa playa. Después descansan un rato, y le dicen cosas al agua azul. Entonces, el viento huele a flores, a limpio y a sal. Y el azul enfrente se vuelve intenso, y ruge, y enarbola cumbres de espuma violeta y gris.
Y después se queda muy quieto. Como dormido.