Ya son muchas las veces que he recorrido estos parajes…con mi imaginación. Pocas, las que realmente puedo estar allí.
La memoria es eficaz. Cumple con su cometido a la perfección, al menos de momento (tocando madera).
Cuando echo de menos…cosas; por ejemplo, vivir: el viento, el sol, la canción del silencio. O a mí misma…Entonces vuelvo... Una, y otra vez. Regreso a las praderas que vieron mil guerras y alguna paz, a los bosques húmedos, refugio frente al huracán y la tormenta. Luego, subo a los riscos a respirar y echarle un pulso al viento, y otro al corazón.
La vida brota entre los manantiales que la paren y, hay tanta, permaneciendo, “superviviendo”. De forma tan elegantemente humilde; pero con tantas ganas de seguir …
Una naturaleza, aún brutalmente hermosa y despiadada con extraños, me acoge y me dice, al dictado, a quién pertenezco. Más a ella que a nadie. Averiguando lo que soy, una nadie, mirando fijamente las mil estrellas que habitan un instante de agua.
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| El agua mana de las piedras |
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| Verde, verde....VERDE |
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| Castillos en el aire tras el bosque |
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| Nunca falta el azul |
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| El tiempo "retrocede" y recupera lo que es suyo |
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| Antiguas invernales, ahora reformadas, solo por fuera |
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| Refugios naturales en el bosque |
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| ¡Victoria! |
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| Canal de Capozo |
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| Río Peguera |
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| Las huellas del hombre; pero hay más ... |
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| El musgo en su reino húmedo |
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| Vistas hacia el Macizo Central desde Las Vegas (o Las Aldas) |
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| Parte superior de Capozo |
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| Vivo aquí... |
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| Mil estrellas en un instante de agua |
Es para ir en pelotas, como Adán y Eva. Es, sencillamente increìble. Un abrazo.
ResponderEliminarPues sí, Darío; de este paraíso salió nuestra Eva particular: la Alma que tú y yo ya conocemos, y tenemos en común. Yo le tengo mucha envidia por eso...Y ella me consuela, contándome, de vez en cuando, sólo, como todo lo bueno, historias de esas "Adras" suyas, más que mías, de Eione y mi Ítaca anhelada.
EliminarUn abrazo