Se acerca Diciembre. Un mes precioso, para mi gusto. No tanto como Noviembre...pero es que eso es casi imposible.
Y nos trae...la Navidad. Sí. Esa celebración que todos vivimos (bueno, no todos) como si tuviéramos cinco años; sin tenerlos. Una cosa muy rara. Pues es una celebración religiosa, que yo sepa. Y la festejamos como si nos diera a todos un brote de esquizofrenia ( con mi respeto más absoluto por la salud y por este tipo de problemas) y paranoia, juntas, y colectivas.
Nos suele dar, en general, por estar muy contentos; por comprar ...cosas. Por intentar comer dulces empalagosos que nos ponen como globos. Por hacer asados. Por regalar objetos y otros entes a todo el mundo. Por estar con la familia...Je, je. Por adornarlo todo con cosas de colores. A poder ser rojo, oro, verde. Y por tener muchas ganas de que nieve (?). Yo me incluyo.
No deja de sorprenderme, ni un solo día de mi vida, el comportamiento humano. El nuestro; el mío.
Creo que somos una especie asombrosa. Dudo mucho, además, que ocurra nunca una invasión extraterrestre; al menos, no en Navidad. Damos mucho miedo, a veces.
Aparte de la Navidad, también se celebra en Diciembre, en España (que raro me suena lo de España), la conmemoración del referéndum mediante el que se aprobó la Constitución española. El seis de Diciembre de 1978, casi un noventa por ciento de la población española que participó en la votación, ratificó nuestra "Ley de leyes".
La norma que está por encima de todas; y que. paradójicamente, no se cumple. Todas las demás leyes pasaron por encima suya. Pasa por encima suya el sistema financiero, la Unión Europea. Nuestro comportamiento global. Penoso.
Lo que menos me disgustaba de preparar oposiciones...antaño...era repetir una y otra vez los artículos del Capítulo II: Derechos y Libertades. Era como magia. Como si, mientras lo memorizaba, me fuese creyendo que aquello que parecía rezar, era cierto.
Treinta y cinco años después de su aprobación, me acabo de dar cuenta de lo joven que es la Constitución: ya más que yo. Acabo de ser consciente de que es "una niña" (no la niña de Rajoy, otra). Y me he estremecido de pena y compasión por ella. Yo no tengo hijos; y como soy capaz de empatizar hasta con un escarabajo pelotero, hoy, he empatizado con la Constitución española.
¿Quién y cómo la educara? ¿Quién la sanará, y la cuidará después?
Que pena; no sé siquiera si, ahora, sus ojitos llorosos y cansados son capaces de atisbar el atardecer del invierno. Ese que promete que las semillas enterradas en la escarcha, brotarán algún día, que sólo hay que esperar...
Sentados...Yo, al menos, esperaré sentada. A que vengan los reyes magos, papa noel; a volver a tener cinco años. A que seamos iguales ante la ley, a la integridad moral, al honor, al deber y derecho al trabajo..................................................................................................................................................................................