sábado, 1 de febrero de 2014

CARBÓN

Todas las tardes Carbón hace el mismo recorrido. A través de las laderas onduladas siente pasar el tiempo mientras camina despacio. Se para a comer de vez en cuando. Ya sabe que siempre llega un poco tarde.
Los riscos hoy prometen frío. Y un firmamento cambiante y conquistado por las dueñas de los vientos va prorrogando una tregua antes de la tempestad.
No importa; ella siempre acude.
Carbón regatea con los cardos azules por la hierba más tierna; él escoge siempre bien.





El primer día, ella apareció despacio, pero sin titubear. Semblante suave, media sonrisa. Y toda esa luz alrededor.
Le decía cosas que no le hacía falta entender. Desde el primer momento en que la vio, quedó prendado para siempre de su voz de néctar y sus ojos, negros como el carbón.
¡Carbón! Cuando gritaba su nombre, retumbaba el eco en los pliegues retorcidos de las murallas de roca. Los compañeros de su manada daban un respingo con su cabeza, y no entendían porqué a ellos dos, les hacía tanta gracia.
Cuando arreciaba el viento, las melenas de los dos, del mismo bruno, se enredaban en mil bucles con movimientos acompasados al bramido de la galerna. Podían jugar un rato a pillarse. Carbón saltaba y trotaba, lleno de gozo, y en dos segundos el valle recorría, para acabar en vertiginosos giros alrededor de ella. Y jamás oiría un sonido semejante a su risa. Ni al lado de los mundos de cristal del agua, ni flotando en la brisa del primer día de la primavera, ni en el relinchar tierno de los potros llamando a sus madres en el crepúsculo.

Más tarde, descansaban un buen rato en la loma con mejor vista, y ella, le hablaba del mar. De su color, de la música extraña que salía de las olas. De la luna enamorada de él que, pesada, le rondaba en las noches de verano. De cómo marcaba y dirigía la vida que habitada sus orillas de oro. Y le decía que el mar y sus montañas eran amantes. Y que, justo al otro lado, él esperaba su regreso: ella se sentaría en la orilla y le contaría al oído blanco de su espuma cómo estaba su amada, y cuánto le echaba de menos.





Todas las tardes Hernán hace el mismo recorrido. Mientras atraviesa las ultimas dunas, el inconfundible sonido del romper de las olas se hace, cada vez, más intenso.En lo alto del último recodo se acurruca sentado y saca la bolsita de caramelos que le cogió a hurtadillas a su madre de dónde ella, piensa, es escondite inexpugnable .
¡Por fin! El corcel, al galope, rompe el agua y se hacen olas de las olas. Los azules y blancos se confunden y salpican el pelo brillante de sus patas. Ella encima, con su cabello enmarañado haciendo de bandera del mar, cabalga ajena a la mirada hipnotizada. Recorren juntos la inmensa playa. Después descansan un rato, y le dicen cosas al agua azul. Entonces, el viento huele a flores, a limpio y a sal. Y el azul enfrente se vuelve intenso, y ruge, y enarbola cumbres de espuma violeta y gris.
Y después se queda muy quieto. Como dormido.








6 comentarios:

  1. Mar, montaña y caballos...incluso el amor sobra.

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    1. :) El amor que no nos falte, pero en su justa medida, es verdad
      Mar, montaña y caballos...el sueño de una noche de invierno.
      Un abrazo fuerte Mª Jesús

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  2. Preciosas fotos y precioso texto. Con los caballos me tienes ganado :) Cada vez que me los encuentro me harto de fotografiarlos. Debe ser en venganza de mis tiempos de dibujante, cuando nunca conseguí reflejar su armonía.
    Gran entrada, Moni

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    1. Muchas gracias! :)
      Los caballos son preciosos. Si fuera rica, tendría caballos, seguro...Mientras, me conformo muy bien con contemplarlos por ahí.

      Anímate a dibujar alguno; a veces la armonía llega si no la esperas :)

      Un abrazo, Xibeliuss

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  3. Yo tampoco he sabido nunca dibujar caballos... bueno ni otras cosas, la verdad. Recuerdo hacer una magdalenas primorosas donde mi paciente profesor de dibujo quería ver pentágonos inscritos en circunferencias... para tapar los defectos volvìa a pasar una y otra vez el rotring... al principio coló :D

    Me encantan las fotos, Moni. Muchos besos, guapa

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    1. Es mejor dejarse llevar. Cada uno que dibuje el mundo cómo lo vea en ese momento: seguro que a alguien le gusta :)
      Besazos Adra

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