Un abismo trajo el frío. Vacío, ni siquiera negro, lo vi casi engullirme. Algo, entonces, lo dejó
inmóvil frente a los ojos. No tocaba, ni veía… pero estaba allí. Ese velo invisible, indestructible.
Fue al decir tu nombre; sonó extraño, ausente. Eras otro. Y
yo, distinta; aunque no para el resto
de los nombres, esos que no existen.
El viento hizo a la gente humana; rizó el espacio, lo dimensionó, molestó a las miradas altivas,
agachándolas, llevándolas al umbral de
la nostalgia. Todo adquirió el sentido que sólo tiene lo que se
va y no se olvida.
Billones de neuronas exhaustas trataron de inventarlo de nuevo;
los labios ciegos, los ojos,
mudos.
De repente, pronuncié
tu nombre. Y allí estabas. Estás. Eres tú
otra vez. Y sólo ese, y únicamente así. Como siempre. Como solamente naces y
existes si te
escucho en mi boca.
Espero que no me hayáis olvidado del todo...Hoy le toca a la bellísima Rebecca Ferguson, para ir haciéndole un hueco al otoño...