Las nubes ofrecen tregua, y la acepto. Salgo pitando con el perro, el perro más pitando que yo, en la esquina freno para que no se embale. Cruzamos la rotonda de la esquina y ya nos metemos en el paseo. Un recorrido habitual, algo temerario, pues solo hay una acera estrecha, y los coches pasan a toda hostia.
Y, de pronto, el recorrido habitual se vuelve extraordinario. De un par de días acá, todas las cunetas se han llenado de flores. Son amapolas, malvas, margaritas...El amarillo, el rojo, y el morado inundan los márgenes de la inacabable carretera. Pasamos cerca del colegio, esquivándolo. Los niños chillan igual que las urracas que nos siguen. La hierba está muy alta. Todas las plantas están muy altas. Un cigüeña posada en el tejado del chalet solitario levanta el vuelo. Nos mira desde arriba mientras planea como un ángel que se ha adueñado del tiempo.
A lo lejos aparece él. Lleva el mismo chaleco verde y sobado con muchos bolsos, todos llenos y abultados. Me saluda como todos los días, me guiña un ojo y me pregunta dónde voy, me avisa de que el viento anuncia tormenta; una golosina para el perro aparece por arte de magia en su mano, el perro la coge con cuidado y se la come. No come nada de nadie. Excepto de él. Vive en la cuneta desde hace mucho, nadie se mete con él, y él no se mete con nadie. Tiene un ojo de cristal, y vive de la misericordia humana, como él dice con mucha ironía. Me repite la misma frase que otros días"...aprende a dar pena como los gatos callejeros, morena clara...y desconfía de gente como yo.." Saco dos monedas de dos euros y dos cigarros pero, como siempre, sólo me coge uno de cada. Se despide con un chasquido estremecedor que sabe hacer con los dos dedos tullidos de la mano izquierda.
El perro da un tirón cada vez que pasa un coche muy deprisa, yo maldigo. Pero se me pasa al poner los ojos en las flores. Vemos a lo lejos a Sara.
Sara es rara. No le gusta hablar. Sólo se acerca, sonríe de vez en cuando; luego se para y da la vuelta. Vuelve a acercarse y parece que se ríe. Disimula y se pone a coger unas cuantas flores y otras plantas, las guarda en una bolsa de plástico. Pasamos de largo, ella continúa su ritual de giros y vueltas, de idas y venidas.
De regreso los niños ya se han ido del colegio, y las urracas ya no chillan. Vuelvo a verle; me pregunta si he visto a la loca, le digo que sí, y se ríe muy alto.
" Que bonitas están las cunetas este año...", me da por decirle. Sonríe y su mirada de cristal se vuelve tierna por un momento...Al segundo siguiente contesta socarrón y revenido:
"Es que están muy bien abonadas, las muy putas republicanas...y este año ha llovido a cántaros"
Retumba un trueno en el asfalto recalentado y comienza a llover. Aprieto el paso. Humo vuelve en sí, y se pone muy contento : la calle está desierta, sólo quedan las cigüeñas, el viento moviendo los colores y, además, volvemos a casa.
Que bien cuentas la historia y que delicia de paseo por el campo. La Naturaleza ahora en primavera está espelndorosa y esas amapolas ponen un punto de color maravilloso.
ResponderEliminarBesos
Esas amapolas...que bonitas Antonia!
EliminarUn beso
Es verdad que están que se salen...la foto es guapísima y el relato es precioso.
ResponderEliminarAnnie lennox y compañía siempre suenan bien
Un abrazo Mónica
Gracias Fernando!
EliminarUn abrazo!!
Pura prosa poética muy bella, Moni. Que enorme sensibilidad la tuya. Describes con enorme ternura a esos seres diferentes que pueblan las calles, las cunetas, los caminos y que la mayoría de las veces son invisibles para los demás transeúntes. ¡Precioso!
ResponderEliminarLa foto magnífica. Aquí donde vivo ahora descubrí el otro día un camino lleno de amapolas y flores amarillas y me perdí largo rato saboreando la belleza y la vida.
Un beso.
Gracias Maripaz...
EliminarUn beso, amiga
Veníamos de vuelta de Galicia cuando vi la entrada, me emocionaron la foto y tus palabras, recordé imágenes aún frescas, momentos vividos, claveles rojos,(como esa amapola) flotando en el mar y lágrimas derramadas como las que se siguen derramando en las cunetas.
ResponderEliminarPocas veces vi una amapola tan bien enfocada..
Un beso y un abrazo bien grandes.
Demasiadas , tejón...
EliminarBesos!
Me encantas no solo leerte el momento que me haces pasar con magia de una foto
ResponderEliminargracias
Gracias a tí;)
EliminarUn beso!
Ha sido agradable leer la crónica del paseo escuchando esa música. la foto me encanta.
ResponderEliminarGracias Chelo!
EliminarBesos!!!!
·.
ResponderEliminarDespués de tardar tanto... y no se que decirte...
Me ha impresionado el crudo retrato que pintas. ¿Será en la locura y en la indigencia donde habremos de refugiarnos para ser algo felices?
Eso, me ha impresionado tu texto. Tarda lo que quieras, que tu regreso siempre valdrá la pena.
Y de la foto te diré lo que Jesús. Nunca vi una amapola tar definida y bella.
Un beso Moni
.·
LMA · & · CR
Gracias ñOCO!!
EliminarTas escondío?...no dejaste pistas...
:D
Un beso
Me ha encantado. Hacía tiempo que no leía una entrada con tanto gusto. Te felicito y también por la música.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchísimas gracias, Valverde!!! Pues me hace mucha ilusión que me digas eso:):)
EliminarGracias, de verdad!!
Un fuerte abrazo
La vida, muchas veces, es dura, muy dura y cada quien encuentra su "locura" para poder continuar. Este año hasta las cunetas están espectaculares con tanta agua.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, Flores...es dura la jodía...El agua cura, parece ser....
EliminarUn gran abrazo!
Un precioso relato que he vivido de principio a fin a vuestro lado... el perro, la loca, el tuerto, las putas y la protagonista...
ResponderEliminar¡¡Qué bien te ha quedado todo!!
Un gran abrazo Moni. Gran placer haber compartido tiempo y espacio en esa ciudad bella y entrañable que nos acoge...
Que alegra que te guste, Ernesto!!
EliminarMuchas gracias, un abrazo grande