Hoy quería escribir cualquier otra cosa. Pero no puedo.
Soy quien soy. Mi abuelo materno fue minero, entre otras muchas cosas que no caben en este triste escrito. Y mi padre, por unos años (de su infancia y adolescencia), también. Mi abuela materna nació en Santa Lucía de Gordón; porque su abuela era Pasiega, y desde aquellos valles vino a éstos a buscar el pan.
Yo ya nací más lejos de todo aquello, no en la distancia, sino en el sufrir. Pero no lo lo suficiente, como para que algo no me pinche muy dentro y duela, cuando mueren seis mineros. O uno.
Estas tierras de lobos, de santos y caciques; de inviernos largos y hielo que entra en el alma al respirar enero...De maquis, viudas de luto y sólo la compañía de la memoria que te cuenta ante el fuego cómplice, todo lo que nunca debímos olvidar. Tierras negras de carbón y tormentas, tierras "de paso", y tierras de todos y de nadie...
Estas tierras te marcan; y, en estos tiempos donde reina el individualismo, donde volvemos la mirada ante el sufrimiento ajeno; ante la explotación, ante el chantaje....a no ser que nos toque, y a veces ni aún así...simplemente, quería expresar mi más sincero pesar a todos los mineros y sus familias. Y rendir mi minúsculo y humilde homenaje a un colectivo que siempre ha estado unido. Muy unido. Por el dolor, y por la supervivencia.
Unión, fuerza, orgullo. Al margen de polítiqueos, filosofadas y otras retóricas, me rindo a su ejemplo, y me sumo a su sentir.
Querría tener un corazón de oro. Pero hoy (un hoy muy largo, ya) lo tengo negro, de luto, y de carbón.
"He sido un minero
para encontrar un corazón de oro"
-Neil Young-