Las cigüeñas ya llevan por aquí lo suyo, valientes como nadie, así que el refrán no se cumple, pues las hemos visto, incluso antes de San Blas...
Los días tímidamente se alargan, aunque no se alegran. Pero la luz engaña, mucho más que la oscuridad. Y tras el reflejo molesto del sol, que en febrero parece ansioso por deslumbrar, buscamos los primeros brotes, que aún tardarán, y agudizamos el olfato buscando primavera.
Y aunque sigue siendo invierno, se llama ya al viento en sueños, ese que barre heladas y arrincona las hojas esparcidas por el suelo, el que con el ímpetu de Marzo levantará las dunas blancas en busca de algún temprano laberinto verde y añil.
Y quedarán atrás aquellas eternas noches sin tregua, y el blanco y negro de los días pequeños que venían detrás. Un cielo implacablemente azul aparecerá tras el telón; de nuevo la vida vence.
Aunque no quizás al tiempo, que alguna de aquellas tardes traicioneras sentados al remanso de nuevas fuentes desheladas, nos acercará la imagen de la hoguera y las lunas inacabables, la compañía sosegada en la penumbra, el olor de la leña y el pan, y toda la espera - la esperanza- que los ojos cansados guardaban, copo a copo, en la memoria.