LAS ÚLTIMAS HOJAS

Hoy no pretendo ser sentimental. O parecerlo. O ser sentimental tratando de ser sensible; o su graciosa viceversa.

No me inventaré unos hijos que no quiero para participar y emocionarte, que no pare la rueda, que me sobrevivan y te sobrevivan, que me perpetúen, y a ti. Y a todos. Que sean lo que no soy, que tengan lo que no tengo, que encuentren lo que perdí, lo que perdimos. Que puedan escoger el Imposible.

No me sentaré en la orilla a ver atardecer, rojo fuego, azul intenso abajo. Después de todo, llevo años haciéndolo y siempre es igual, independientemente de mí, tanto si vengo como si no, tanto si miro como si cierro los ojos. Indescriptible.

Hoy no seré una víctima. De ti, de ellos, ni de mi mejor verdugo que soy yo. Caminaré bajo las últimas hojas que te quedan y van cayendo ecuánimes, imparciales, sobre cualquier piedra del camino que les toque como tumba. No me esconderé buscando la luna reflejada en algún oasis de este desierto inerme ni seguiré el rastro del agua vencida. Habré hecho un éxito de cada uno de mis fracasos cuando acabe de dar la vuelta al cielo, zarandeándolo hasta que caigan todas las estrellas fugaces que nos dijeron que existían, después, romperé en pedazos todas sus promesas. 

Voy a dinamitar los cimientos de nuestros castillos en el aire, a ignorar al viento y ponerme a favor de la corriente; voy a subir a tu cumbre y no me importará haber llegado.

Ni bailaré después entre los árboles desnudos, con los añicos de todas las estrellas rotas y los escombros de los sueños rajándome los pies.

Hoy habrás ganado. Alzarás tu trofeo mientras camino sin mirar atrás, sin pensar en antes ni después. Ni siquiera voy a llorar. Ni siquiera voy a esperarte ...o a decirte si he mentido.